PREGUNTAN: FEDERICO MEDINA, CARLA DE MELLO, GASTÓN LEPRA Y EUGENIA RAMIS
Hacía mucho frío y estábamos un
poco nerviosos. Azucena nos esperaba a las tres de la tarde en su
apartamento del barrio Cordón y nos había adelantado que quizá no
tuviera nada interesante para decir.
La idea de entrevistarla tenía motivado a todo el equipo del Correo pero ahora llegaba la hora de la verdad. Le caímos cuatro de nosotros. Se nos ocurrió que además de venir los más veteranos y Eugelata, nuestra fotógrafa oficial, podía ser una buena oportunidad para invitar a otra integrante de la Juventud Socialista, y entonces sumamos a Carla.
Tres menos diez llegamos todos y nos reunimos alrededor de un pequeño árbol de la calle Minas. A las tres en punto, tocamos el timbre del portero eléctrico. Con sorpresa vimos bajar del ascensor a la propia Azucena que a partir de ese instante nos abrió las puertas de su casa con gran calidez y mucho humor.
“Yo puedo decir los disparates menos pensados pero me voy a cuidar, porque ya tuve tanto problema con eso” -nos dijo ni bien nos sentamos en su living y fue motivo de las primeras risas, las que estarían presentes a lo largo de las dos horas y pico de charla. En ese clima distendido y poco solemne pudimos preguntarle sobre su vasta carrera profesional como abogada, sobre sus años de estudiante y sindicalista, sobre sus pasiones e inquietudes, sobre sus días de imprescindible protagonismo en la historia del Uruguay. Pero también hablamos sobre libros, diarios y programas de radio. Una entrevista con momentos de pura emoción, de frases imborrables y cuentos magistralmente narrados.
La idea de entrevistarla tenía motivado a todo el equipo del Correo pero ahora llegaba la hora de la verdad. Le caímos cuatro de nosotros. Se nos ocurrió que además de venir los más veteranos y Eugelata, nuestra fotógrafa oficial, podía ser una buena oportunidad para invitar a otra integrante de la Juventud Socialista, y entonces sumamos a Carla.
Tres menos diez llegamos todos y nos reunimos alrededor de un pequeño árbol de la calle Minas. A las tres en punto, tocamos el timbre del portero eléctrico. Con sorpresa vimos bajar del ascensor a la propia Azucena que a partir de ese instante nos abrió las puertas de su casa con gran calidez y mucho humor.
“Yo puedo decir los disparates menos pensados pero me voy a cuidar, porque ya tuve tanto problema con eso” -nos dijo ni bien nos sentamos en su living y fue motivo de las primeras risas, las que estarían presentes a lo largo de las dos horas y pico de charla. En ese clima distendido y poco solemne pudimos preguntarle sobre su vasta carrera profesional como abogada, sobre sus años de estudiante y sindicalista, sobre sus pasiones e inquietudes, sobre sus días de imprescindible protagonismo en la historia del Uruguay. Pero también hablamos sobre libros, diarios y programas de radio. Una entrevista con momentos de pura emoción, de frases imborrables y cuentos magistralmente narrados.
El diálogo comienza con las
presentaciones del caso, lo simpático que le resulta a Azucena ver el Correo
Socialista en los kioscos y los posibles “disparates” de los que
cree, debería cuidarse.
...Yo tengo un problema y es que siempre
digo la verdad. Eso es algo tan inconveniente para la vida. Por un
problema de buenos modales y buena educación. De repente, uno le
dice a alguien -che qué gordo que estás, en forma simpática. Pero
yo no puedo sino decir la verdad, soy una decidora compulsiva. Porque
la verdad es el primer paso a la justicia. No se puede llegar a la
justicia si no se parte de la verdad. Llegar a la verdad, sabrán
cuántas verdades hay, la verdad única...Ustedes que son periodistas
si sabrán cuántas verdades hay. Entonces ahí luchamos, ahí
estamos. Trabajamos siempre en esa línea.
¿Usted se informa todos los días?
¿Es de leer los diarios o estar atenta a los informativos?
Ahora no, siempre fui una persona muy
atenta. En mi juventud, los adolescentes con inquietudes leíamos
Marcha. Soy de ese tiempo. Cuando iba al liceo, antes de
entrar compraba la Marcha que formó a toda una generación en
este país. Y después de eso uno se va formando esa conducta que
responde a una manera de ser. Qué se yo, mis queridos amigos
pintores a lo mejor no leían tanta prensa, pero pintaban. O los
muchachos que ya escribían poemas a los veinte años. En cambio una
estaba tratando de ver dónde estaba la justicia y la injusticia. Son
modalidades de la personalidad , ni mejores ni peores que otras. A mi
me dio una vida llena de aconteceres, lo peor es quedarse quieto y no
hacer nada. Eso es lo peor.
Esa inquietud sobre los grandes
problemas, ¿usted recuerda si ya la tenía de muy niña?
Ay... quiero pensar que sí, porque la
inquietud proviene del hecho de responder a lo que genera la
injusticia...
Parece que antes era más común que
un joven comprara un diario, un semanario, y ahora tal vez los
jóvenes se informan de otro modo.
Claro, ¿pero vos sabés cuántos años
tengo yo?......¡Ochenta y cinco! Te podés imaginar, estoy al borde
del siglo. Entonces, cuando yo era adolescente, ni televisión, ni
compu ni ninguna otra cosa, de esa cantidad de cosas como las tablets
esas que quieren repartir Tabaré. No había nada. Es decir, había,
claro, algunos teníamos la suerte de poder estudiar. Y además, ¿qué
hacía yo con mis amigas y amigos? Conversábamos, discutíamos.
Pensábamos cómo teníamos que comportarnos frente a determinada
actitud, todo eso va formando personalidades. Claro, también
queríamos hacer las cosas bien. Ganar dinero no se le ocurriría a
nadie, hoy eso puede sonar raro, es cierto. Pero además teníamos
toda una actitud ante la cultura y Montevideo era una ciudad visitada
por grandes personas de la cultura y la política del mundo, y eso
era todo muy estimulante. Ahora también vienen una cantidad de
personas; hoy de mañana escuchaba un reportaje que le hacía Cotelo
(Emiliano) al alcalde de Bogotá y vos sabés que es una persona
interesantísima, pero escuché un fragmento nada más. Después lo
voy a poner en la computadora para ver si consigo escucharlo.
Así que está actualizada con las
herramientas informáticas.
Lo básico, tengo celular, un
televisor. Porque yo no puedo salir. Salgo muy poco prácticamente.
Por el frío, tengo algunos problemas de salud. Entonces trato de
tener el confort.
Tiene todo al alcance de la mano
como para no salir más de acá.
La burbuja climatizada le digo yo, pero
con la puerta siempre abierta para los amigos que quieren venir a
conversar, y si no quieren conversar, no importa, vienen igual.
Entonces tengo televisor, tengo radio, computadora y celular. Esos
son mis elementos de comunicación.
¿Y en qué orden los utiliza?
¿Escucha más radio, mira más la televisión, pasa más tiempo en
la computadora?
Tengo unas rutinas, porque yo soy una
persona muy ordenada. Como todas las viejas me levanto temprano,
entonces me despierto, pongo la radio y escucho los distintos
informativos, y me acuesto temprano también.
¿A qué hora?
A las veintidós, estoy esperando
desesperada que lleguen las veintidós porque me quiero acostar
temprano. Como todos los viejos tambien, duermo seis horas, viste.
Entonces mirá, de noche escucho la 26,
la del Sodre, que pasan obras muy buenas.
Hay una muchacha Daina (Rodríguez) que
me gusta mucho, pero básicamente me acuesto y arranco el día
escuchando la radio. El informativo de la 28 me da todos los
titulares, después pongo Sarandí y después a Darwin (personaje de
Carlos Tanco de Océano FM). Yo de mañana, tengo la mañana con
Darwin, ahora está de licencia, por lo cual no sé qué pensar
porque no tengo a mi guía.
Asì que ahí tiene un vacío en la
rutina, en la burbuja le está faltando algo...
Como de mañana no tengo nada que hacer
igual me levanto temprano y de repente me miro una película hasta
que venga Darwin. Tengo los canales Premium esos y me encantan las
películas clásicas: Los Hermanos Marx, Chaplin, Humphrey Bogart,
esas cosas.
¿Y cómo es tu mañana Carla?
Yo estudio en Facultad de Ciencias
Sociales, así que desayuno, me voy para la facultad donde tengo
clases todas las mañanas, y estoy ahí hasta el mediodía. Y en la
tarde estudio o voy para el local de mi brigada.
El problema es que yo no tengo nada que
hacer, hago absolutamente lo que quiero, nada más. Yo siempre tuve
dias muy complejos, muy exigentes, dormir si se podía, tres o cuatro
horas nada más. Pero ahora, puedo hacer lo que quiero. Como si tengo
hambre, si quiero me acuesto o me hago un té, si quiero hablo por
telefono, si quiero no atiendo el teléfono. Te das cuenta, estoy
circunscripta a la “burbuja”.
Es como una gran cambio.
Es toda una evolución pasar de tener
muchísima actividad, por suerte toda mi vida fue así. Ahora no
tengo actividad. Podría tener, siempre se puede tener. Pero es un
poco una decisión con relación a la realidad, hay problemas de
resistencia física. Yo si dijera que asumo un compromiso de
determinada tarea me tendría que levantar todos los días a
determinada hora o más o menos y estar a las nueve de la mañana en
algún lado, no puedo. Esto te lo digo como -que lástima, no puedo.
Tampoco puedo salir a la calle con todo este frío. Pero racionalicé
que es otra etapa de mi vida, una etapa no de balance, más bien de
reflexión, de ver cómo si lo que una hizo en cualquier plano,
familiar, en cómo se llevó en el relacionamiento social con las
personas que lo rodeaban. Entonces si una se comportó en una forma
que le diera algún sentido positivo y de alegría a la sociedad, si
contribuyó de alguna manera a eso… Yo sé que traté de no
molestar ni hacerle daño a nadie. Ahora en qué medida ayudé
además, no sé, me quedan las intenciones. Son reflexiones, porque
una piensa tantas cosas.
¿Siente que lo que hizo valió la
pena?
Eso lo tendrian que decir otros, para
mí valió la pena porque me hizo conocer la vida y conocer cuál era
mi realidad y cuál era la realidad de otras personas. Entonces en
ese sentido me abrió la cabeza. La tarea más importante para mi
siempre fue voluntaria. Yo tenía mi trabajo, era municipal, y para
mí fue importantísimo toda mi participación en ADEOM; creo que fue
fundamental en mi vida.
Cuando yo empecé a trabajar estaba
estudiando abogacía. Entonces iba al centro de estudiantes, llamaban
a una asamblea y yo trabajaba medio día, por lo cual si me pasaba
medio día en la facultad no estudiaba. Así que no iba, agarraba el
programa y los libros y estudiaba por mi cuenta; porque después a la
una y media tenía que firmar tarjeta, dieciocho y treinta salía de
trabajar y luego otra vez iba para mi casa a estudiar. No había
derecho a toda es cantidad de días libres que hay hoy; se ha
mejorado mucho en ese sentido. Yo estuve años sin ir a la playa a
pesar de que vivía a diez cuadras, porque tenía veinte días de
licencia por año y esos veinte días te los reservabas para dar los
exámenes. No había licencia de estudiante, no había licencia
gremial.
Hizo la carrera a la par del
trabajo.
Sí, yo entré a la facultad en el mes
de marzo como se estila y en el mes de abril, fue mi primer trabajo.
Aprendí los kilos, mucho más que en la facultad. Trabajaba con un
abogado muy destacado, yo era su única empleada y tenía que atender
a clientes muy importantes que venían al estudio, y además hacía
eso que se llama procuración en los juzgados. Fue una experiencia
extraordinaria para mí. Escuchaba y veía los juicios y me quería
morir, y una se va haciendo socialista ahí. A los dos años de estar
con este abogado tuve la oportunidad de entrar como auxiliar en la
Intendencia, a trabajar en una biblioteca de barrio. Y bueno, ahí
"pafate", ya nació Azucena.
¿Usted siente que fue en ese
momento?
Claro, pensá que yo tenía unos veinte
años y un monton de informacion, muchisima informacion sobre el
acontecer y todo eso.
Un día, yo ya había dejado la
biblioteca, me habían trasladado a las oficinas centrales, y me
viene a ver una persona que yo ya conocía porque también había
estudiado derecho. Y me dice -mirá tenemos un gremio. Yo enseguida
me afilié con toda la intención de militar. Ese muchacho que vino a
verme, vino a verme para que me afiliara al gremio, no a un partido.
Para mi eso fue fundamental.
A ustedes les va a parecer mentira
pero si yo tenía veinte años y nací en el 29 quiere decir que
estábamos en el 29, 39, 49, en el cincuenta. No había mujeres en el
sindicato. Me acuerdo que salí de trabajar y me fui a ADEOM, que no
estaba allí donde está ahora en Canelones. Esa sede es una sede
propia por la cual luchamos mucho para comprarla, fue magnífico.
Estaba en una casa sobre Ejido que tenía una larga escalera.
Entonces subí la escalera y... vos pensá, una estudiantita de
veinte años, imaginate. Ahí había unos tipos sentados, conversando
en un patio. Llego y me dicen -¿qué desea? Yo les dije que era
socia y venía a buscar un lugar de trabajo. Produje un desconcierto
total. No, no, no es así, usted está afiliada, eso está bien, pero
esto es una cosa para hombres - me dijo uno. No, no, yo me hago
socia, este es mi sindicato y quiero trabajar en el sindicato - les
dije. Ellos insistían en que me fuera y después era a ver quién
hablaba más fuerte. Yo no podía entender que me dijeran que me
fuera. Luego vinieron unas personas de adentro y uno de ellos que me
conocía me dijo que me fuera, que después iba a hablar conmigo que
esto se iba a arreglar. Después fue efectivamente a hablar conmigo y
me dijo que podía ir a trabajar a una comisión que se llamaba
Comisión de sectores y arranqué.
Fijate lo que es la Intendencia, tenés
que pensar en una sede, llena de trabajo burocrático administrativo,
tenés que pensar en la gente, no había contenedores, había gente
que barría, agarraba las bolsas y subía y bajaba al camión, y si
tenían mal los zapatos se caían del camión. Y después tenías en
la otra punta a La Comedia Nacional, y pasabas por los casinos y
también estaba La Banda (Municipal) y el saneamiento y los túneles
de la Ciudad Vieja, que son una especie de ciudad subterránea, donde
una vez como los compañeros trabajaban sin luces tuvieron un
accidente y los atacaban las ratas; eso era toda la parte subterránea
de la Ciudad Vieja, todo un mundo impresionante. Entonces vos que
venías de haber estado leyendo a Borges, aquello te resultaba
fantástico; parecía un caos y además había tanto tanto para
hacer. Aprendí tanto...
O sea que la primera aproximación a
la militancia fue a través de ADEOM...
Fue una aproximación que se convirtió
en una militancia totalizadora. Con los problemas de sectores: venía
un compañero y decía tal cosa, y yo estudiantita de derecho - ah
no, no, eso no se puede hacer. ¡Pero cómo no se va a poder hacer!-
me decía un compañero obrero que estaba allí. Y yo -pero no, no ve
acá, hay un reglamento que dice tal cosa. Y me dice el tipo -
si usted va a leer el reglamento y me va a decir que venimos acá
para hacer lo que dice el reglamento, entonces no venimos nada.
Nosotros venimos acá para cambiar el reglamento. Se hizo la luz-
pensé. Se hizo la luz, yo estaba ahí para cambiar el reglamento,
no para decirle a la gente disciplinada cómo se tenían que hacer
las cosas, lo que tenía que hacer era cambiarlo. No me olvido más
de ese compañero. Como cuando fui a una asamblea. En esos tiempos
nosotros éramos tantos que las asambleas se hacían en el Palacio
Peñarol; eso era importante. Por el Sindicato y...por Peñarol
también. Yo estaba sentada allá arriba, fui a escuchar a las
personas que a mi me parecían importantes que se subían al
escenario y hablaban; para mi todo eso era ponerme en contacto con el
mundo. Entonces subió un flaco, estaban discutiendo si íbamos o no
a la huelga. Y el flaco dijo un montón de cosas, pero además dijo
lo siguiente: "para morirme de hambre trabajando, más vale me
muero de hambre sin trabajar". ¡Qué les parece! Evidentemente
el muchacho estaba pasando mucha hambre, pero a partir de ese momento
ya no tuve más problema para levantar o no la mano. No me olvido más
de esa imagen, la tengo como retratada.
¿Tu primera aproximación al
Partido Socialista?
Para ese entonces yo ya estaba en la
asesoría jurídica de la Intendencia donde trabajaba la Dra. Lía
Prato, que es la madre de Ricardo (actual Secretario de la IM). Lía
a su vez era la esposa de Hugo Prato que era Edil. Hugo era una
especie de maravilla para los que estábamos en las tareas
municipales, imaginate. Prato era el único Edil Socialista que
había. Y fue Lía la que me llevó al Partido, porque veía que yo…
Fue terrible pero fue lindísimo,
porque me había casado, tenía a mi hijo. Entonces salía del
trabajo, iba para mi casa, preparaba la comida, acostaba al nene y me
volvía para el ADEOM. Ya esa altura estábamos en nueve y media,
diez de la noche. Y leer el presupuesto no es una tarea para todos.
Había que decirle a esos grupos de delegados obreros lo que venía
en el presupuesto, que era nuestro motivo de lucha, ¿no?. Después
tipo dos de la mañana me iba a la esquina de 18 y Ejido a tomar el
ómnibus para mi casa, y al otro día a levantarse, el nene a la
escuela, pam, pam, pam, pam. Yo no trabajaba en la profesión,
trabajaba solamente en la Intendencia.
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nuestra compañera de la Juventud Socialista, Carla de Mello
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¿Pero ya estabas recibida?
Bueno, en ese momento no estaba
recibida, pero mientras no estaba recibida también. El problema fue
que yo me casé bastante mayor porque me costó mucho encontrar
marido. Así que cuando yo me casé ya hacía como cinco o seis años
que era abogada.
Le cambiamos un poco de tema. Fue
compañera de trabajo del escritor Juan Carlos Onetti. ¿Cómo lo
recuerda?
Extraordinario, gran persona, no era
charlatán como yo, maravilloso ser humano. Supongo...sus
pensamientos, porque un ser con esa percepción de la naturaleza
humana escucharía y dejaba hablar. Siempre atento a escuchar a los
demás. Un hombre de una gran bondad y preocupación por todos los
seres que de algún modo vivían la vida como una lucha.
¿Al momento de conocerlo ya conocía
su obra?
Cuando fue Onetti a la oficina yo ya lo
habia leido, sí. Era muy lectora.
Lo nombró a Borges, también…
Desde luego, todos los jóvenes leíamos
mucho. “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche...”.
Yo que sé, mis compañeros respetaban ciertas cosas. Esa es la
primera frase de Las ruinas circulares (de Jorge Luis Borges),
por ejemplo. No podías entrar al Sportman (bar) si nunca habías
leído Las ruinas circulares, no podías.
La biblioteca que tiene aquí
impresiona...
Y ha de estar como por la mitad. Se
murió mi esposo, muchos eran suyos y siempre hubo mucho libro en
casa. Esa biblioteca estaba llena de libros de arte. Siempre me gustó
mucho la plástica. Un montón los di para una escuela y otros
todavía están en cajas guardados. Ahora sé que hay muchos libros
testimoniales, de investigaciones de todo lo que ha pasado en el país
en los últimos años. Está bien, pero hay tanta tanta información
que a veces puede hacer mucho más complicada la lucha por la verdad,
porque la verdad es simple. La verdad es única. No se compone de
tantas cosas, lo que yo creo como la verdad. Bueno, entonces pasa
toda esa historia y después la dictadura.
¿Cómo fue esa época para alguien
como usted, que la vivió desde un lugar muy particular?
Desde luego, dejé de ser municipal, yo
defendía muchos presos. Fue una experiencia humana extraordinaria.
Mirándola en perspectiva...se hicieron unas relaciones tan
increíbles con los pocos abogados que estaban dedicados a estas
tareas, se creó una especie de hermandad. Fue brutal...
A mi casa la allanaron siete veces y la
balearon también. Como teníamos un garaje, pero no teníamos auto,
teníamos un centro del partido en el garaje de casa donde además
funcionaba el comité de base del barrio. Todas esas experiencias
fueron extraordinarias.
¿Si le tuviera que dar un consejo a
la Azucena de esa época que defendía a los presos qué le dirías?
Ah, seguramente no me hubiera
escuchado. Pero no, no era necesario. Fue fantástico además.
Yo no podía considerar la posibilidad
de irme del país. Desde luego me hablaron, pero era tan maravilloso
ver de repente...conversar con José Pedro (Cardoso), él es una
persona que hay que recordar... Incluso a José Pedro lo llevaron
preso también... eso fue una cosa muy conmovedora….
¿En momentos tan difíciles, usted
de dónde sacaba fuerzas?
¡Ah no querido, no es así! No tenés
que sacar fuerzas, te sobran. Yo iba en ómnibus al Penal de
Libertad. Mirá, del pueblo al penal, quedaba a no sé cuántos
kilómetros...Yo tomaba Taxi en el pueblo, después se puso más
pesado porque los taxis no te querían llevar. A veces encontrabas a
algún abogado de esos compañeros, y había uno que era el querido
compañero Díaz Maynard que iba todos los jueves, porque entre otras
cosas tenía al hermano preso allí. Entonces yo iba con Daniel, ya
aprovechaba.Tenía una de esas camionetas Indio.
En el Penal de Libertad estaban los
presos de FUCVAM, las mujeres estaban en Punta de rieles y no era
fácil, tomabas el 4 y tenias que caminar para arriba, quedabas tan
embarrada tan embarrada.
Me acuerdo una vez de ir con otra
abogada, la doctora Dell'Acqua, que fue la abogada de Sendic. Era un
barro tan grande que no podías caminar más porque nos resbalábamos.
Al final vino un tipo con un carro y nos llevó.
Cuando uno llegaba al Penal, había que
entrar caminando. Entonces cuando cambiaba el cuerpo militar que
estaba a cargo - a veces había uno y a veces otro. Ese día estaba
un grupo que creo que eran los Fusileros Navales - el que entraba
colgaba su banderín. Vos cuando llegabas ya sabías, vino la Fuerza
Área, por ejemplo, cada cual tenía su banderín, sus propias
características y su forma de llevar la disciplina.
Resulta que estos muchachos que estaban
de guardia habían traído un banderín con una consigna que habían
adoptado de los paracaidistas de Argelia. Decía “Yo me atrevo”.
Y y me acuerdo que iba a caminando, pensaba y pensaba…y me decía
para mí -yo también.
¿Y dónde nace esa motivación, o
esa fuerza por una lucha tan importante?
Es eso que... viste, cada cual tiene su
modalidad, aun dentro de la izquierda. Hay compañeros que hacen
documentos, y es muy importante. Entonces, tal documento,
considerando cómo encarar, lógicamente, tales problemas.
Fantástico. Yo nunca hice documentos. Pero entonces, no me puedo
resistir cuando algo me parece que está mal, no puedo, tengo que
hacer; yo soy una persona de acción.
Cuando nació mi hijo yo tenía treinta
y seis años, me pase bastante de edad, en mi casa ya pensaban que no
me iba a casar, lo tenían muy asumido y no había ningún problema.
De repente me casé, mi marido era una persona muy particular,
imaginate que se casó conmigo.Y era de izquierda también, más
hacia los.anarquistas, digamos.
Como trabajaba mucho y además
teníamos una casa que era absolutamente abierta, no se sabía si era
una casa o una estación de ferrocarril; porque yo nunca viví sola.
Siempre teníamos gente viviendo con nosotros. Entonces algunas veces
yo verdaderamente me cansaba. Había un señor que vivió tres años
en casa, era albañil y tenía sus costumbres. Yo cocinaba, hacía la
comida, y este buen hombre quería comer a las once de la mañana, y
venía y me decía -¡pero patrona, no tiene la comida, son las once!
Pero comemos a las doce -le decía yo. Y me contestaba -pero el
horario de los obreros albañiles es a las once. Y yo -pero si usted
trabaja solo, no tiene hora. Yo estaba cansada, nunca eché a nadie,
pero la verdad pensaba, no puedo más con este tipo. Y les cuento eso
para que vean lo difícil que era. Entonces, ¿sabés que me decía
mi marido?: Vivió en la guerra civil española Azucena, tené
paciencia... Porque ese señor no amigable, efectivamente agresivo,
peleó en la guerra civil española, y se había venido al Uruguay y
nosotros lo teníamos en casa, como a tantos más, sobre todo los
artistas, poetas pintores, músicos.
En la interna del Frente algunos
piensan que la militancia y la participación ha decaído, otros
piensan que no. En momentos de definición como los que se avecinan,
¿cuál es su opinión?
Sabés lo que pasa, que la militancia
es una consecuencia, no es una condición así de por sí. Entonces
si vos tenés algo que hacer y eso te llama tanto como que te hace
actuar, eso te convierte en militante. Ahora yo veo que está todo
muy apoltronado, como si no se pudieran detectar en esta sociedad
motivos para pelear. Nosotros tuvimos la dictadura, pero yo ya tenía
cuarenta y cuatro años, estaba desde los quince. Y a los quince para
empezar a informarme, para ver cómo era ese tema del
imperialismo yanki, de los tratados militares, de qué pasaba en
Centroamérica. Entonces ahora a la gente no le dan ganas de ir
militar al comité de base, que es una cosa que está completamente
fuera de época. A mi por ejemplo me parece increíble este
problema del abuso sexual en las familias. Solamente eso sería
suficiente motivo para salir a la calle, porque no lo puedo soportar
realmente. Ahora por ejemplo el tema de las elecciones. Yo no sé si
los jóvenes están al tanto de todo lo que está pasando en el
mundo.
Me parece que falta observación, falta
pensamiento. Nadie te llama a la militancia, si la injusticia no te
mueve, qué palabra te va a mover.