martes, 19 de agosto de 2014

BIROMES Y LAPICERAS: USINAS CULTURAES EN URUGUAY

22:08



ESCRIBE: FEDERICO MEDINA

Todos los días nacen canciones, poemas, películas, historias, que luego cada artista compartirá con sus amigos, familiares y vecinos; algunos más cercanos, como los propios del barrio o la ciudad, y otros más lejanos, desconocidos, extranjeros que hablan un idioma diferente, pero comparten el mismo gusto artístico o se encuentran en el disfrute de una melodía inspiradora. Te proponemos descubrir o conocer un poco más sobre las famosas Usinas Culturales uruguayas.

Un mediodía soleado de julio nos fuimos a visitar la Usina Cultural del Cerro, situada a pocas cuadras de la Terminal de ómnibus, más precisamente en el histórico predio del Programa Apex-Cerro. Llegamos y comenzamos a avanzar por el camino en subida, acompañados por sus clásicas palmeras a los dos costados del empedrado. Sobre nuestra izquierda, en la mitad del recorrido, nos encontramos con “La estancia”, una de las construcciones más antiguas del lugar; en su interior, una puerta nos lleva directamente hacia la Usina Cultural cerrense.
Nos recibe todo su equipo: Gabriel Grau, Coordinador general de la Usina y además Coordinador general de todas las Usinas del país; Fabian Acosta, Coordinador de sonido, y Manuel Larrosa, Coordinador audiovisual. En el estudio de grabación, brillan el bombo y los platillos de una batería que tiene toda la pinta de ser la vedette, entre tantos instrumentos prontos para inventar música. Hay varias guitarras rockeras, una trompeta, tambores de todos los colores, un bajo eléctrico, cables, micrófonos, una guitarra criolla prolijamente apoyada sobre una banqueta de madera.

Desde la pequeña ventana que comunica al estudio con la mesa de controles, Fabián, también conocido como Max Capote, aprieta el botón de rec y comienza la acción del día. En teoría se supone que Fabián solamente registra lo que pasa entre las cuatro paredes de paneles acústicos; algo así como una fotografía de la realidad, sin que pueda o deba interferir de otro modo, como lo haría cuando trabaja de productor. Pero en la cotidiana de todos los días - confiesa - a veces no se aguanta y comparte su experiencia con sus colegas de turno. Fabián inauguró la Usina y es una figura de referencia entre sus compañeros y amigos del Cerro. Recuerda con mucho cariño una de sus primeras sesiones en el estudio con un joven que se acercó a probar qué tal: “...había un pibe que hacía punk que tenía problemas de consumo de sustancias. Yo lo ponía de mañana para que se tuviera que levantar temprano para venir a grabar. Y en realidad, al principio me salió el tiro por la culata porque el loco venía de toda la noche, de tomar whisky, de todo. A veces le tenía que decir -dejá esa botella afuera. El loco llegaba de mañana pero arruinado; eso fue a principio de año. Después se puso a grabar y tenía muy buenas canciones, y empezamos todos a decirle -pah, está buenísimo lo que hacés. Y se empezó a copar, como que experimentó -digo yo, de afuera- una especie de sublimación interna, como que entendió que también podía hacer cosas buenas, que servía para algo, y empezó a traer hasta a la madre para que viera lo que hacía; todo el mundo estaba copado con él. A fin de año, el tipo estaba trabajando en el PTI (Parque Tecnológico Industrial). Se había conseguido trabajo acá al lado y venía a grabar en las horas libres. Fue como una recuperación de alguien, no sé en qué andará ahora pero fue como decir, por lo menos un tipo…”.

Existen varias formas de llegar a una Usina, todas ellas sencillas y accesibles. “Por lo general lo que hay más es gente que viene a grabar cuatro canciones” - cuenta Fabián. También le preguntamos si es necesario presentar algún proyecto o propuesta previa para acceder a la Usina: “Hay gente que a veces, por determinadas circunstancias no sabe cómo presentar un proyecto. Entonces, vienen, golpean la puerta acá y ya está. Muchas veces les doy mi teléfono personal, les doy hora. Vení tal día y grabamos. Después, hay veces que hay muchísima gente y luego baja, y al mes siguiente se llena. No sé bien en qué va eso pero pasa por épocas. En principio costó un poco entrar al barrio. No teníamos muchos usuarios pero luego remontó. Estuvimos un año con “La escuela del rock “(uno de los sub-proyectos de la Usina) y fue una de las más lindas experiencias”.

Manuel Larrosa tiene a su cargo la realización y coordinación de todos los proyectos audiovisuales de la Usina del Cerro. Trabajos que pueden ir desde un videoclip para una canción, un documental creado por liceales o un corto cinematográfico. “Lo habitual es que hagan videoclips. Se trabaja un montón en lo institucional. En el Apex hay muchísimos grupos de jóvenes, y es necesario realizar un gran trabajo de difusión. Hay una labor muy importante que es la de enseñar, incentivar el trabajo en grupo. No alcanza con alguien que maneje la cámara, tiene que haber alguien que maneje el sonido. En una producción más importante, también hay que poner alguna luz. Entonces en lo audiovisual, es fundamental poder trabajar la dimensión grupal”.
Cuando le preguntamos a Manuel, el más nuevo del equipo, por sus momentos de más disfrute desarrollando su trabajo nos relató la historia del Trío La Fortaleza: “El hacer ya de por sí se disfruta. La devolución, cuando por ejemplo, unos chiquilines ven el trabajo terminado. Hay gente que nunca pensó que eso fuera posible. Nos pasó hace poco de unos gurises que tocan en los ómnibus y tocan muy bien. En este caso se dio la inversa, en vez de ellos acercarse a la Usina, Gabriel (Coordinador general) los vio y les dijo -che, saben que acá en el Cerro existe una Usina, por qué no se arriman, les grabamos un demo. Y entonces llegaron, estaban todos los instrumentos a disposición. No lo podían creer, se filmó un videoclip e inmediatamente lo colgaron en el facebook, de un día para el otro tenía quinientas visitas, estaban contentisimos”.





CÓMO NACEN LAS USINAS
Gabriel Grau, parte del equipo de la Usina cerrense, pero además Coordinador general de las Usinas de todos el país nos relató gran parte del comienzo de esta aventura cultural: “Cuando llega Hugo Achugar (Director Nacional de Cultura del MEC), a finales del 2008 junta dos programas de trabajo, habla de los derechos culturales de la población y entonces crea el Área de Ciudadanía Cultural: Fábricas de Cultura, Talleres de Inclusión Socio-Cultural y trae la idea de las Usinas Culturales. Desembarca esta idea de acceso. Yo puedo acceder a un taller para capacitarme, por ejemplo en percusión, pero también crea esta área de las Usinas con el cometido de acceder a producir, no acceder solamente a capacitarse o acceder a un teatro a sentarme a ver a un percusionista sino también acceder a grabar yo como percusionista. Para tener todo el hilo de desarrollo cultural, no sé si completo pero parecería que bastante completo. Es decir, me capacito en una actividad cultural, accedo al Solís a ver una obra de teatro o un concierto, y si soy músico o tengo ganas de hacer un video, accedo a producir esa creación cultural, musical o audiovisual”.


CÓMO FUNCIONAN
A partir de esta idea inclusiva y democrática de acceso a la cultura, en marzo de 2009 se abre la primera Usina Cultural del Uruguay. Actualmente son trece Usinas, cinco en Montevideo, y ocho repartidas en los departamentos del interior del país.
Cada Usina tiene un equipo de trabajo compuesto por: un Coordinador general, quien se encarga de la comunicación en el barrio, la ciudad, el departamento, las articulaciones con la intendencia, con las oficinas de cultura, con los liceos, etc. También puede promover talleres, viajar hacia otras localidades a difundir actividades de la Usina; Técnico coordinador de audiovisual: le da forma a cada idea, acompaña todos los proyectos; Técnico coordinador de sonido: graba a los grupos o solistas que llegan hasta la Usina y les entrega un disco compacto con su trabajo para difundirlo de la manera que ellos crean más conveniente. Al mismo tiempo, cada Usina se encarga de difundir los trabajos de sus artistas a través de su propio canal de Youtube (allí se pueden encontrar gran parte de las creaciones realizadas por los usuarios) y otras vías de comunicación.

Como nos contó el equipo cerrense, el acceso a las Usinas por parte de sus potenciales usuarios es totalmente gratuito. Tal como lo indica su carta de presentación oficial , las Usinas: “están abiertas para todas las personas que deseen realizar un proyecto musical y/o audiovisual, especialmente adolescentes y jóvenes, que por razones económicas, geográficas o culturales no pueden acceder a este tipo de servicio”.
Muchas de las Usinas están a total cargo de la Dirección de Cultura del MEC, pero también pueden ser co-gestionadas con intendencias departamentales o, como en el caso de la Usina Cerro, con la UdelaR a través del Programa Apex.

En Bella Italia nos encontramos con un caso muy atractivo. Ya que un grupo de vecinos del barrio fueron quienes hicieron posible la creación de una de las Usinas más nuevas. “La primera trabajada con los vecinos y muy bien organizados ”. - nos cuenta Gabriel Grau con notoria alegría. “Hace años que se juntaron, tienen una Asociación Civil. Están gestionando un espacio que lo tienen en comodato, el Mercadito de Bella Italia. Ganaron un Presupuesto Participativo para una sala de música, y nos vinieron a proponer gestionarlo junto a la Intendencia. Es un trabajo muy interesante porque es la primera gestionada por los vecinos”.



PROTAGONISTAS

Cada Usina tiene su propia historia, sus propios personajes y particularidades. Tal vez una de las que ha generado más ruido en los medios de comunicación es la que está ubicada en Casavalle, donde el artista Aníbal González, más conocido como Don Cony, grabó su hit “Yo soy Marconi”. El pasado doce de julio el MEC le entregó un reconocimiento especial por su gran labor y por las más de cien mil visitas que tiene el video de la canción en Youtube. En sus letras con rimas y mucho ritmo, Don Cony cuenta la historia de su barrio con actitud desafiante y valiente, pero además lo hace de un modo que ha motivado a muchos otros jóvenes a seguir su camino o a buscar uno nuevo y mejor. En Yo soy Marconi dice: mi barrio no es cien por ciento delincuencia...quiero que saques a mi barrio de tanta persecución...Yo soy Marconi y acá yo me quiero quedar…

En la Usina del Cerro recuerdan con orgullo la aparición del conjunto musical El Octeto, un grupo integrado por ex-presos políticos que se formó en el Penal de Libertad en 1973 y que volvió a juntarse para hacer canciones en la Usina. Su composición “20 de febrero”, que puede verse y escucharse en la página de internet del MEC, relata una historia de vida que conmueve hasta las lágrimas.

La Usina del departamento de Artigas es una de las más coquetas y como si fuera poco cuenta con dos estudios para grabar audio. Allí, un grupo de docentes y estudiantes del Liceo departamental Nº1, con la colaboración y apoyo de los técnicos, realizaron un corto cinematográfico que se llama “El día que se apagó el sol”. Dicha creación audiovisual cuenta una historia campera, con música de folklore, cuotas de humor y suspenso, e inolvidables actuaciones.
La lista de artistas que han participado de la experiencia es interminable, pero el músico artiguense Juancho Moraes se destaca especialmente. A sus 76 años se dio el gusto de grabar sus más queridas interpretaciones de tango con su instrumento favorito. En entrevista para el sitio web del MEC relató cómo se hizo con su primer bandoneón: "Cuando tenía 18 años fui a la Caja Popular a pedir un crédito de 800 pesos, de aquella época, ¡que no son los mismos que ahora!...Desde siempre me fascina su sonido, porque es ronco en los bajos y enronquecido en los agudos.." Al final y con mucho esfuerzo pudo terminar el préstamo y adquirir su bandoneón. " Nunca pensé que iba a poder grabar mis músicas…” confiesa Juancho. “Un día iba en mi camioneta con la radio prendida, escuchando un programa de tango de acá de Artigas y pasaron mis músicas. No me lo esperaba y me puse tan contento y tan feliz".

DESAFÍOS...

Gabriel Grau (Coordinador general), sueña con poder editar discos con los artistas que graban todos los días en cada Usina. También cree que deberían poder comunicar más y mejor sus logros y actividades: “tener más ventanas para difundir lo que se hace, o poder participar en festivales o muestras de cine. Para eso tenés que tener a alguien que esté avispado en ese tema. Lo mismo en el área musical, poder lograr instancias de que músicos que hayan pasado por acá participen en algún escenario que convoque... No sé, puede ser un festejo que haga el MEC con bicentenario, -ya lo hicimos pero tipo lamparita que se prende y apaga, no una cosa continuada- que los músicos que pasen por acá tengan como esa red para generar toques por acá y por allá”.

Desde una perspectiva más ambiciosa pero posible nos contó la relación de las Usinas uruguayas con otros proyectos culturales en Latinoamérica: “tenemos una especie de hermanamiento no escrito pero sí sentimental con un estudio de música y grabación de Argentina que depende de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Tuvimos la posibilidad de visitarlo el año pasado. Nosotros estábamos como locos con ellos porque tenían un estudio bárbaro, pero ellos estaban como locos con nosotros por la cantidad de estudios que teníamos. Y sabemos que hay proyectos parecidos en Latinoamérica. Todos los ministerios, direcciones o institutos de cultura tienen su área de trabajo de desarrollo y ciudadanía cultural. Y bueno, ese es otro desafío, cómo poder hermanar las usinas, ese tipo de convivencia latinoamericana con proyectos parecidos de acceso cultural. Porque vos podés decir, puedo grabar acá un tema con un cantautor uruguayo y participa un cantautor mexicano arriba de la pista que se hace acá y se crea una canción entre dos artistas de diferentes países. Eso está buenísimo. Con Venezuela tuvimos un intento de cooperación. La idea era hacer un disco de temas venezolanos cantados por uruguayos y temas uruguayos cantados por venezolanos. Tenemos que seguir trabajando en ese rumbo”.

...Y OPORTUNIDADES

Para la realización de este informe, hablé con técnicos y usuarios de muchas Usinas y siempre y sin excepción escuché una voz amigable y un discurso entusiasmado. Nunca tuve la suerte de grabar una canción pero puede que ahora tenga ganas. Escuché y observé a muchos de los artistas que hasta hace unos pocos días, no conocía. Le mandé por correo a un amigo fanático del heavy metal un link de Nevenka, una banda del género que grabó en Casavalle y que seguro le va a encantar. Me acordé de Luis Antonio, otro amigo que vive en Las Piedras que tiene escritas más de cincuenta canciones y debería ir a la Usina más cercana para volver a grabar. Si me deja, yo lo acompaño en el bajo, y si no lo iré a ver en vivo.
Las Usinas constituyen un permanente flujo de música e imágenes, pero tal vez su valor más importante tenga que ver con su modalidad de trabajo. Descubrir, aceptar y asombrarse con lo nuevo, lo diferente. Ir a su búsqueda, su encuentro. Usar todos los sentidos. Intentar apartarnos un rato de nuestra propia realidad para acercarnos a la del otro y tal vez así no sentirse tan solo. Desde la perspectiva de esta experiencia cultural no parece tan difícil.





Contenido de

Versión digital de la publicación Correo Socialista.

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