martes, 19 de agosto de 2014

ENTREVISTA A AZUCENA BERRUTTI

22:27

LAS PALABRAS QUE TE MUEVEN 

PREGUNTAN: FEDERICO MEDINA, CARLA DE MELLO, GASTÓN LEPRA Y EUGENIA RAMIS



Hacía mucho frío y estábamos un poco nerviosos. Azucena nos esperaba a las tres de la tarde en su apartamento del barrio Cordón y nos había adelantado que quizá no tuviera nada interesante para decir. 
La idea de entrevistarla tenía motivado a todo el equipo del Correo pero ahora llegaba la hora de la verdad. Le caímos cuatro de nosotros. Se nos ocurrió que además de venir los más veteranos y Eugelata, nuestra fotógrafa oficial, podía ser una buena oportunidad para invitar a otra integrante de la Juventud Socialista, y entonces sumamos a Carla. 
Tres menos diez llegamos todos y nos reunimos alrededor de un pequeño árbol de la calle Minas. A las tres en punto, tocamos el timbre del portero eléctrico. Con sorpresa vimos bajar del ascensor a la propia Azucena que a partir de ese instante nos abrió las puertas de su casa con gran calidez y mucho humor.

“Yo puedo decir los disparates menos pensados pero me voy a cuidar, porque ya tuve tanto problema con eso” -nos dijo ni bien nos sentamos en su living y fue motivo de las primeras risas, las que estarían presentes a lo largo de las dos horas y pico de charla. En ese clima distendido y poco solemne pudimos preguntarle sobre su vasta carrera profesional como abogada, sobre sus años de estudiante y sindicalista, sobre sus pasiones e inquietudes, sobre sus días de imprescindible protagonismo en la historia del Uruguay. Pero también hablamos sobre libros, diarios y programas de radio. Una entrevista con momentos de pura emoción, de frases imborrables y cuentos magistralmente narrados. 


El diálogo comienza con las presentaciones del caso, lo simpático que le resulta a Azucena ver el Correo Socialista en los kioscos y los posibles “disparates” de los que cree, debería cuidarse.

...Yo tengo un problema y es que siempre digo la verdad. Eso es algo tan inconveniente para la vida. Por un problema de buenos modales y buena educación. De repente, uno le dice a alguien -che qué gordo que estás, en forma simpática. Pero yo no puedo sino decir la verdad, soy una decidora compulsiva. Porque la verdad es el primer paso a la justicia. No se puede llegar a la justicia si no se parte de la verdad. Llegar a la verdad, sabrán cuántas verdades hay, la verdad única...Ustedes que son periodistas si sabrán cuántas verdades hay. Entonces ahí luchamos, ahí estamos. Trabajamos siempre en esa línea.

¿Usted se informa todos los días? ¿Es de leer los diarios o estar atenta a los informativos?

Ahora no, siempre fui una persona muy atenta. En mi juventud, los adolescentes con inquietudes leíamos Marcha. Soy de ese tiempo. Cuando iba al liceo, antes de entrar compraba la Marcha que formó a toda una generación en este país. Y después de eso uno se va formando esa conducta que responde a una manera de ser. Qué se yo, mis queridos amigos pintores a lo mejor no leían tanta prensa, pero pintaban. O los muchachos que ya escribían poemas a los veinte años. En cambio una estaba tratando de ver dónde estaba la justicia y la injusticia. Son modalidades de la personalidad , ni mejores ni peores que otras. A mi me dio una vida llena de aconteceres, lo peor es quedarse quieto y no hacer nada. Eso es lo peor.

Esa inquietud sobre los grandes problemas, ¿usted recuerda si ya la tenía de muy niña?

Ay... quiero pensar que sí, porque la inquietud proviene del hecho de responder a lo que genera la injusticia...

Parece que antes era más común que un joven comprara un diario, un semanario, y ahora tal vez los jóvenes se informan de otro modo.

Claro, ¿pero vos sabés cuántos años tengo yo?......¡Ochenta y cinco! Te podés imaginar, estoy al borde del siglo. Entonces, cuando yo era adolescente, ni televisión, ni compu ni ninguna otra cosa, de esa cantidad de cosas como las tablets esas que quieren repartir Tabaré. No había nada. Es decir, había, claro, algunos teníamos la suerte de poder estudiar. Y además, ¿qué hacía yo con mis amigas y amigos? Conversábamos, discutíamos. Pensábamos cómo teníamos que comportarnos frente a determinada actitud, todo eso va formando personalidades. Claro, también queríamos hacer las cosas bien. Ganar dinero no se le ocurriría a nadie, hoy eso puede sonar raro, es cierto. Pero además teníamos toda una actitud ante la cultura y Montevideo era una ciudad visitada por grandes personas de la cultura y la política del mundo, y eso era todo muy estimulante. Ahora también vienen una cantidad de personas; hoy de mañana escuchaba un reportaje que le hacía Cotelo (Emiliano) al alcalde de Bogotá y vos sabés que es una persona interesantísima, pero escuché un fragmento nada más. Después lo voy a poner en la computadora para ver si consigo escucharlo.

Así que está actualizada con las herramientas informáticas.

Lo básico, tengo celular, un televisor. Porque yo no puedo salir. Salgo muy poco prácticamente. Por el frío, tengo algunos problemas de salud. Entonces trato de tener el confort.

Tiene todo al alcance de la mano como para no salir más de acá.

La burbuja climatizada le digo yo, pero con la puerta siempre abierta para los amigos que quieren venir a conversar, y si no quieren conversar, no importa, vienen igual. Entonces tengo televisor, tengo radio, computadora y celular. Esos son mis elementos de comunicación.

¿Y en qué orden los utiliza? ¿Escucha más radio, mira más la televisión, pasa más tiempo en la computadora?

Tengo unas rutinas, porque yo soy una persona muy ordenada. Como todas las viejas me levanto temprano, entonces me despierto, pongo la radio y escucho los distintos informativos, y me acuesto temprano también.

¿A qué hora?

A las veintidós, estoy esperando desesperada que lleguen las veintidós porque me quiero acostar temprano. Como todos los viejos tambien, duermo seis horas, viste.
Entonces mirá, de noche escucho la 26, la del Sodre, que pasan obras muy buenas.
Hay una muchacha Daina (Rodríguez) que me gusta mucho, pero básicamente me acuesto y arranco el día escuchando la radio. El informativo de la 28 me da todos los titulares, después pongo Sarandí y después a Darwin (personaje de Carlos Tanco de Océano FM). Yo de mañana, tengo la mañana con Darwin, ahora está de licencia, por lo cual no sé qué pensar porque no tengo a mi guía.

Asì que ahí tiene un vacío en la rutina, en la burbuja le está faltando algo...

Como de mañana no tengo nada que hacer igual me levanto temprano y de repente me miro una película hasta que venga Darwin. Tengo los canales Premium esos y me encantan las películas clásicas: Los Hermanos Marx, Chaplin, Humphrey Bogart, esas cosas.
¿Y cómo es tu mañana Carla?

Yo estudio en Facultad de Ciencias Sociales, así que desayuno, me voy para la facultad donde tengo clases todas las mañanas, y estoy ahí hasta el mediodía. Y en la tarde estudio o voy para el local de mi brigada.

El problema es que yo no tengo nada que hacer, hago absolutamente lo que quiero, nada más. Yo siempre tuve dias muy complejos, muy exigentes, dormir si se podía, tres o cuatro horas nada más. Pero ahora, puedo hacer lo que quiero. Como si tengo hambre, si quiero me acuesto o me hago un té, si quiero hablo por telefono, si quiero no atiendo el teléfono. Te das cuenta, estoy circunscripta a la “burbuja”.



Es como una gran cambio.

Es toda una evolución pasar de tener muchísima actividad, por suerte toda mi vida fue así. Ahora no tengo actividad. Podría tener, siempre se puede tener. Pero es un poco una decisión con relación a la realidad, hay problemas de resistencia física. Yo si dijera que asumo un compromiso de determinada tarea me tendría que levantar todos los días a determinada hora o más o menos y estar a las nueve de la mañana en algún lado, no puedo. Esto te lo digo como -que lástima, no puedo. Tampoco puedo salir a la calle con todo este frío. Pero racionalicé que es otra etapa de mi vida, una etapa no de balance, más bien de reflexión, de ver cómo si lo que una hizo en cualquier plano, familiar, en cómo se llevó en el relacionamiento social con las personas que lo rodeaban. Entonces si una se comportó en una forma que le diera algún sentido positivo y de alegría a la sociedad, si contribuyó de alguna manera a eso… Yo sé que traté de no molestar ni hacerle daño a nadie. Ahora en qué medida ayudé además, no sé, me quedan las intenciones. Son reflexiones, porque una piensa tantas cosas.

¿Siente que lo que hizo valió la pena?

Eso lo tendrian que decir otros, para mí valió la pena porque me hizo conocer la vida y conocer cuál era mi realidad y cuál era la realidad de otras personas. Entonces en ese sentido me abrió la cabeza. La tarea más importante para mi siempre fue voluntaria. Yo tenía mi trabajo, era municipal, y para mí fue importantísimo toda mi participación en ADEOM; creo que fue fundamental en mi vida.
Cuando yo empecé a trabajar estaba estudiando abogacía. Entonces iba al centro de estudiantes, llamaban a una asamblea y yo trabajaba medio día, por lo cual si me pasaba medio día en la facultad no estudiaba. Así que no iba, agarraba el programa y los libros y estudiaba por mi cuenta; porque después a la una y media tenía que firmar tarjeta, dieciocho y treinta salía de trabajar y luego otra vez iba para mi casa a estudiar. No había derecho a toda es cantidad de días libres que hay hoy; se ha mejorado mucho en ese sentido. Yo estuve años sin ir a la playa a pesar de que vivía a diez cuadras, porque tenía veinte días de licencia por año y esos veinte días te los reservabas para dar los exámenes. No había licencia de estudiante, no había licencia gremial.

Hizo la carrera a la par del trabajo.

Sí, yo entré a la facultad en el mes de marzo como se estila y en el mes de abril, fue mi primer trabajo. Aprendí los kilos, mucho más que en la facultad. Trabajaba con un abogado muy destacado, yo era su única empleada y tenía que atender a clientes muy importantes que venían al estudio, y además hacía eso que se llama procuración en los juzgados. Fue una experiencia extraordinaria para mí. Escuchaba y veía los juicios y me quería morir, y una se va haciendo socialista ahí. A los dos años de estar con este abogado tuve la oportunidad de entrar como auxiliar en la Intendencia, a trabajar en una biblioteca de barrio. Y bueno, ahí "pafate", ya nació Azucena.

¿Usted siente que fue en ese momento?

Claro, pensá que yo tenía unos veinte años y un monton de informacion, muchisima informacion sobre el acontecer y todo eso.
Un día, yo ya había dejado la biblioteca, me habían trasladado a las oficinas centrales, y me viene a ver una persona que yo ya conocía porque también había estudiado derecho. Y me dice -mirá tenemos un gremio. Yo enseguida me afilié con toda la intención de militar. Ese muchacho que vino a verme, vino a verme para que me afiliara al gremio, no a un partido. Para mi eso fue fundamental.

A ustedes les va a parecer mentira pero si yo tenía veinte años y nací en el 29 quiere decir que estábamos en el 29, 39, 49, en el cincuenta. No había mujeres en el sindicato. Me acuerdo que salí de trabajar y me fui a ADEOM, que no estaba allí donde está ahora en Canelones. Esa sede es una sede propia por la cual luchamos mucho para comprarla, fue magnífico. Estaba en una casa sobre Ejido que tenía una larga escalera. Entonces subí la escalera y... vos pensá, una estudiantita de veinte años, imaginate. Ahí había unos tipos sentados, conversando en un patio. Llego y me dicen -¿qué desea? Yo les dije que era socia y venía a buscar un lugar de trabajo. Produje un desconcierto total. No, no, no es así, usted está afiliada, eso está bien, pero esto es una cosa para hombres - me dijo uno. No, no, yo me hago socia, este es mi sindicato y quiero trabajar en el sindicato - les dije. Ellos insistían en que me fuera y después era a ver quién hablaba más fuerte. Yo no podía entender que me dijeran que me fuera. Luego vinieron unas personas de adentro y uno de ellos que me conocía me dijo que me fuera, que después iba a hablar conmigo que esto se iba a arreglar. Después fue efectivamente a hablar conmigo y me dijo que podía ir a trabajar a una comisión que se llamaba Comisión de sectores y arranqué.
Fijate lo que es la Intendencia, tenés que pensar en una sede, llena de trabajo burocrático administrativo, tenés que pensar en la gente, no había contenedores, había gente que barría, agarraba las bolsas y subía y bajaba al camión, y si tenían mal los zapatos se caían del camión. Y después tenías en la otra punta a La Comedia Nacional, y pasabas por los casinos y también estaba La Banda (Municipal) y el saneamiento y los túneles de la Ciudad Vieja, que son una especie de ciudad subterránea, donde una vez como los compañeros trabajaban sin luces tuvieron un accidente y los atacaban las ratas; eso era toda la parte subterránea de la Ciudad Vieja, todo un mundo impresionante. Entonces vos que venías de haber estado leyendo a Borges, aquello te resultaba fantástico; parecía un caos y además había tanto tanto para hacer. Aprendí tanto...

O sea que la primera aproximación a la militancia fue a través de ADEOM...

Fue una aproximación que se convirtió en una militancia totalizadora. Con los problemas de sectores: venía un compañero y decía tal cosa, y yo estudiantita de derecho - ah no, no, eso no se puede hacer. ¡Pero cómo no se va a poder hacer!- me decía un compañero obrero que estaba allí. Y yo -pero no, no ve acá, hay un reglamento que dice tal cosa. Y me dice el tipo - si usted va a leer el reglamento y me va a decir que venimos acá para hacer lo que dice el reglamento, entonces no venimos nada. Nosotros venimos acá para cambiar el reglamento. Se hizo la luz- pensé. Se hizo la luz, yo estaba ahí para cambiar el reglamento, no para decirle a la gente disciplinada cómo se tenían que hacer las cosas, lo que tenía que hacer era cambiarlo. No me olvido más de ese compañero. Como cuando fui a una asamblea. En esos tiempos nosotros éramos tantos que las asambleas se hacían en el Palacio Peñarol; eso era importante. Por el Sindicato y...por Peñarol también. Yo estaba sentada allá arriba, fui a escuchar a las personas que a mi me parecían importantes que se subían al escenario y hablaban; para mi todo eso era ponerme en contacto con el mundo. Entonces subió un flaco, estaban discutiendo si íbamos o no a la huelga. Y el flaco dijo un montón de cosas, pero además dijo lo siguiente: "para morirme de hambre trabajando, más vale me muero de hambre sin trabajar". ¡Qué les parece! Evidentemente el muchacho estaba pasando mucha hambre, pero a partir de ese momento ya no tuve más problema para levantar o no la mano. No me olvido más de esa imagen, la tengo como retratada.

¿Tu primera aproximación al Partido Socialista?

Para ese entonces yo ya estaba en la asesoría jurídica de la Intendencia donde trabajaba la Dra. Lía Prato, que es la madre de Ricardo (actual Secretario de la IM). Lía a su vez era la esposa de Hugo Prato que era Edil. Hugo era una especie de maravilla para los que estábamos en las tareas municipales, imaginate. Prato era el único Edil Socialista que había. Y fue Lía la que me llevó al Partido, porque veía que yo…
Fue terrible pero fue lindísimo, porque me había casado, tenía a mi hijo. Entonces salía del trabajo, iba para mi casa, preparaba la comida, acostaba al nene y me volvía para el ADEOM. Ya esa altura estábamos en nueve y media, diez de la noche. Y leer el presupuesto no es una tarea para todos. Había que decirle a esos grupos de delegados obreros lo que venía en el presupuesto, que era nuestro motivo de lucha, ¿no?. Después tipo dos de la mañana me iba a la esquina de 18 y Ejido a tomar el ómnibus para mi casa, y al otro día a levantarse, el nene a la escuela, pam, pam, pam, pam. Yo no trabajaba en la profesión, trabajaba solamente en la Intendencia.

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nuestra compañera de la Juventud Socialista, Carla de Mello
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¿Pero ya estabas recibida?

Bueno, en ese momento no estaba recibida, pero mientras no estaba recibida también. El problema fue que yo me casé bastante mayor porque me costó mucho encontrar marido. Así que cuando yo me casé ya hacía como cinco o seis años que era abogada.

Le cambiamos un poco de tema. Fue compañera de trabajo del escritor Juan Carlos Onetti. ¿Cómo lo recuerda?

Extraordinario, gran persona, no era charlatán como yo, maravilloso ser humano. Supongo...sus pensamientos, porque un ser con esa percepción de la naturaleza humana escucharía y dejaba hablar. Siempre atento a escuchar a los demás. Un hombre de una gran bondad y preocupación por todos los seres que de algún modo vivían la vida como una lucha.

¿Al momento de conocerlo ya conocía su obra?
Cuando fue Onetti a la oficina yo ya lo habia leido, sí. Era muy lectora.

Lo nombró a Borges, también…

Desde luego, todos los jóvenes leíamos mucho. “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche...”. Yo que sé, mis compañeros respetaban ciertas cosas. Esa es la primera frase de Las ruinas circulares (de Jorge Luis Borges), por ejemplo. No podías entrar al Sportman (bar) si nunca habías leído Las ruinas circulares, no podías.

La biblioteca que tiene aquí impresiona...

Y ha de estar como por la mitad. Se murió mi esposo, muchos eran suyos y siempre hubo mucho libro en casa. Esa biblioteca estaba llena de libros de arte. Siempre me gustó mucho la plástica. Un montón los di para una escuela y otros todavía están en cajas guardados. Ahora sé que hay muchos libros testimoniales, de investigaciones de todo lo que ha pasado en el país en los últimos años. Está bien, pero hay tanta tanta información que a veces puede hacer mucho más complicada la lucha por la verdad, porque la verdad es simple. La verdad es única. No se compone de tantas cosas, lo que yo creo como la verdad. Bueno, entonces pasa toda esa historia y después la dictadura.

¿Cómo fue esa época para alguien como usted, que la vivió desde un lugar muy particular?

Desde luego, dejé de ser municipal, yo defendía muchos presos. Fue una experiencia humana extraordinaria. Mirándola en perspectiva...se hicieron unas relaciones tan increíbles con los pocos abogados que estaban dedicados a estas tareas, se creó una especie de hermandad. Fue brutal...
A mi casa la allanaron siete veces y la balearon también. Como teníamos un garaje, pero no teníamos auto, teníamos un centro del partido en el garaje de casa donde además funcionaba el comité de base del barrio. Todas esas experiencias fueron extraordinarias.

¿Si le tuviera que dar un consejo a la Azucena de esa época que defendía a los presos qué le dirías?

Ah, seguramente no me hubiera escuchado. Pero no, no era necesario. Fue fantástico además.
Yo no podía considerar la posibilidad de irme del país. Desde luego me hablaron, pero era tan maravilloso ver de repente...conversar con José Pedro (Cardoso), él es una persona que hay que recordar... Incluso a José Pedro lo llevaron preso también... eso fue una cosa muy conmovedora….




¿En momentos tan difíciles, usted de dónde sacaba fuerzas?
¡Ah no querido, no es así! No tenés que sacar fuerzas, te sobran. Yo iba en ómnibus al Penal de Libertad. Mirá, del pueblo al penal, quedaba a no sé cuántos kilómetros...Yo tomaba Taxi en el pueblo, después se puso más pesado porque los taxis no te querían llevar. A veces encontrabas a algún abogado de esos compañeros, y había uno que era el querido compañero Díaz Maynard que iba todos los jueves, porque entre otras cosas tenía al hermano preso allí. Entonces yo iba con Daniel, ya aprovechaba.Tenía una de esas camionetas Indio.

En el Penal de Libertad estaban los presos de FUCVAM, las mujeres estaban en Punta de rieles y no era fácil, tomabas el 4 y tenias que caminar para arriba, quedabas tan embarrada tan embarrada.
Me acuerdo una vez de ir con otra abogada, la doctora Dell'Acqua, que fue la abogada de Sendic. Era un barro tan grande que no podías caminar más porque nos resbalábamos. Al final vino un tipo con un carro y nos llevó.
Cuando uno llegaba al Penal, había que entrar caminando. Entonces cuando cambiaba el cuerpo militar que estaba a cargo - a veces había uno y a veces otro. Ese día estaba un grupo que creo que eran los Fusileros Navales - el que entraba colgaba su banderín. Vos cuando llegabas ya sabías, vino la Fuerza Área, por ejemplo, cada cual tenía su banderín, sus propias características y su forma de llevar la disciplina.
Resulta que estos muchachos que estaban de guardia habían traído un banderín con una consigna que habían adoptado de los paracaidistas de Argelia. Decía “Yo me atrevo”. Y y me acuerdo que iba a caminando, pensaba y pensaba…y me decía para mí -yo también.

¿Y dónde nace esa motivación, o esa fuerza por una lucha tan importante?

Es eso que... viste, cada cual tiene su modalidad, aun dentro de la izquierda. Hay compañeros que hacen documentos, y es muy importante. Entonces, tal documento, considerando cómo encarar, lógicamente, tales problemas. Fantástico. Yo nunca hice documentos. Pero entonces, no me puedo resistir cuando algo me parece que está mal, no puedo, tengo que hacer; yo soy una persona de acción.
Cuando nació mi hijo yo tenía treinta y seis años, me pase bastante de edad, en mi casa ya pensaban que no me iba a casar, lo tenían muy asumido y no había ningún problema. De repente me casé, mi marido era una persona muy particular, imaginate que se casó conmigo.Y era de izquierda también, más hacia los.anarquistas, digamos.

Como trabajaba mucho y además teníamos una casa que era absolutamente abierta, no se sabía si era una casa o una estación de ferrocarril; porque yo nunca viví sola. Siempre teníamos gente viviendo con nosotros. Entonces algunas veces yo verdaderamente me cansaba. Había un señor que vivió tres años en casa, era albañil y tenía sus costumbres. Yo cocinaba, hacía la comida, y este buen hombre quería comer a las once de la mañana, y venía y me decía -¡pero patrona, no tiene la comida, son las once! Pero comemos a las doce -le decía yo. Y me contestaba -pero el horario de los obreros albañiles es a las once. Y yo -pero si usted trabaja solo, no tiene hora. Yo estaba cansada, nunca eché a nadie, pero la verdad pensaba, no puedo más con este tipo. Y les cuento eso para que vean lo difícil que era. Entonces, ¿sabés que me decía mi marido?: Vivió en la guerra civil española Azucena, tené paciencia... Porque ese señor no amigable, efectivamente agresivo, peleó en la guerra civil española, y se había venido al Uruguay y nosotros lo teníamos en casa, como a tantos más, sobre todo los artistas, poetas pintores, músicos.


En la interna del Frente algunos piensan que la militancia y la participación ha decaído, otros piensan que no. En momentos de definición como los que se avecinan, ¿cuál es su opinión?

Sabés lo que pasa, que la militancia es una consecuencia, no es una condición así de por sí. Entonces si vos tenés algo que hacer y eso te llama tanto como que te hace actuar, eso te convierte en militante. Ahora yo veo que está todo muy apoltronado, como si no se pudieran detectar en esta sociedad motivos para pelear. Nosotros tuvimos la dictadura, pero yo ya tenía cuarenta y cuatro años, estaba desde los quince. Y a los quince para empezar a informarme, para ver cómo era ese tema del imperialismo yanki, de los tratados militares, de qué pasaba en Centroamérica. Entonces ahora a la gente no le dan ganas de ir militar al comité de base, que es una cosa que está completamente fuera de época. A mi por ejemplo me parece increíble este problema del abuso sexual en las familias. Solamente eso sería suficiente motivo para salir a la calle, porque no lo puedo soportar realmente. Ahora por ejemplo el tema de las elecciones. Yo no sé si los jóvenes están al tanto de todo lo que está pasando en el mundo.
Me parece que falta observación, falta pensamiento. Nadie te llama a la militancia, si la injusticia no te mueve, qué palabra te va a mover.


Contenido de

Versión digital de la publicación Correo Socialista.

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